El cuidado de sí mismo

El cuidado de sí mismo es un objetivo de cualquier edad y, más especialmente, de los momentos en los que tenemos la necesidad de cambiar y adaptarnos a una nueva etapa de la vida. Para llevarlo a cabo se requiere tiempo y toma de conciencia. Michel Foucault, al actualizar esta idea procedente de la filosofía griega, nos invita a realizar esa tarea siempre, pero considera que es aún más importante a la hora de envejecer. Así lo sugieren también los consejos de otros autores clásicos, como es el caso de Cicerón:

Con el mismo ahínco que se lucha contra la enfermedad, se debe luchar contra la vejez. Se ha de cuidar la salud, se debe hacer ejercicio moderadamente, se debe tomar alimentos y beber cuanto se necesite para tomar fuerzas, pero no tanto como para quedar fatigados. Pues una cosa y otra han de ser remedio para el cuerpo, pero mucho más para la mente y el espíritu. Tanto una como el otro, mente y cuerpo, son como una lámpara, que si no se las alimenta, gota a gota, se extinguen con la vejez. Los cuerpos pierden agilidad con la fatiga del ejercicio, en cambio el espíritu se hace más sutil con el adiestramiento mental (Cicerón XI 36).

El cuidado de sí mismo tiene una relación directa con el ocio porque requiere disponibilidad de tiempo y porque las experiencias de ocio asumen frecuentemente esa función. La práctica de nuestras aficiones forma parte del cuidado de sí mismo cuando aúna la actividad física y mental adecuada a cada cual y las interrelaciona. Se sabe que las experiencias satisfactorias que implican actividad física moderada ayudan a retrasar el declive funcional y reducir el riesgo de enfermedades crónicas. Sus consecuencias redundan también en la mejora de la salud mental.

Por otro lado, las actividades de ocio basadas en la actividad mental influyen físicamente, contribuyendo al buen humor, la satisfacción general o, incluso, al olvido del dolor. El declive del rendimiento cognitivo tiene relación con la  falta de práctica y la ausencia de motivación, aunque también inciden otros factores. El ocio activo, si es auténtico, proporciona ejercicio y motivación. Además, cuando las experiencias de ocio son compartidas, se promueve la integración y el desarrollo social.

El ocio tiene un potencial inagotable para el cuidado de sí mismo porque previene enfermedades y desarrolla resistencias al favorecer un ejercicio físico y mental con sentido y motivación intrínseca. Todo esto indica que la práctica de ocios valiosos y personalizados facilita encontrar el adecuado equilibrio entre la reflexión y la acción, el cuidado de sí y la ayuda a los demás. El cuidado de sí es también, desde un punto de vista ético, el cuidado de los otros. Nunca es tarde para reivindicar un envejecimiento activo y reflexivo, nunca es tarde para ocuparse de sí.

 

Manuel Cuenca Cabeza 26/06/2021

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