Paidia y Ludus

En la Grecia clásica se diferenciaba entre Paidia y Ludus. La primera aludía a las manifestaciones espontáneas relacionadas con el instinto del juego y se relacionaba con un principio de improvisación, manifestado a través de una fantasía incontrolada. Todos los padres y madres lo habremos reconocido durante los primeros años de vida de nuestros hijos. Se trata de jugar una y otra vez a algo que divierte. Primero con su propio cuerpo, después con los objetos, más tarde con los cuentos o asumiendo el continuo cambio de roles que formaban parte de su imaginación. La Paidia es la fuente del juego, una primera libertad que nace de la unión entre distracción y fantasía. Es una potencia primaria que surge espontáneamente y da origen a formas más complejas.

El Ludus tiene que ver con la repetición de convenciones arbitrarias que van tomando cuerpo normativo con el fin de conseguir unos resultados. En el momento que aparece la preparación y el entrenamiento se da el paso hacia el Ludus, término en el que podemos encuadrar los distintos juegos a los que ha dado lugar la civilización. El Ludus hace que el juego pase a ser, necesariamente, juego social. Es el momento en el que surgen las reglas o normas de actuación, junto al factor de competencia y/o competitividad, cuando aparecen los ganadores y los perdedores.

En el desarrollo normal de niñas y niños se produce, a lo largo de la infancia, un paso paulatino de la Paidia al Ludus sin que uno anule al otro necesariamente. Son realidades que se entremezclan y complementan acompañándonos a lo largo de la vida. En el ocio valioso hay siempre un fondo de Paidia y Ludus que nos permite conservar algo de nuestra niñez facilitándonos mantener viva la espontaneidad y la fantasía. Podemos descubrirlo y cultivarlos.

Fotografía: Ildefonso Grande Esteban.

Texto: Manuel Cuenca Cabeza, Sentido del ocio a lo largo de la vida, Publicaciones de la Universidad de Deusto, Bilbao, 2023.