Ocio y cohesión familiar

Joffre Dumazedier, en su conocido libro Hacia una civilización del ocio, escribía que «la familia moderna busca en el ocio, y a pesar de este, las bases de una nueva cohesión que le resulta difícil de encontrar». No sabemos hasta qué punto el autor era consciente, al escribir esta frase a mediados del pasado siglo XX, de que la civilización del ocio ya empezaba a desarrollarse iba a ser una realidad plena en el siglo XXI. El ocio es, en efecto, uno de los pilares de nuestra época y un elemento básico de la cohesión familiar, aunque  también pudiera  ser todo lo contrario. El tema se presenta hoy más complejo de lo que parece y, este mismo pensamiento, nos permite formular interrogantes que nos sorprenden y no sabríamos responder.

Es evidente que el ocio ocupa un papel dominante en los nuevos modos de vida y que, independientemente de culturas, regímenes políticos o economías, ha ido reemplazando, creciente e imperceptiblemente, prácticas que en otros tiempos se pensaron inamovibles o sagradas. Su presencia también se ha ido haciendo un hueco en la vida familiar cotidiana: pasear, viajar, salir al campo, ver la televisión, leer, planificar un viaje o escaparnos de vacaciones forman parte de ese fenómeno.

Sin embargo, el aumento del consumo de ocio se está produciendo cuando la familia se ha reducido y disminuyen las posibilidades de educar en el ámbito familiar. A menudo se recurre a sustitutivos tales como la televisión y los entretenimientos electrónicos, que se han convertido en nuevos educadores. Tampoco los fines de semana, los puentes o vacaciones se aprovechan adecuadamente al ser momentos de vida itinerante, periodos de continuo desplazamiento. El ocio familiar es una cuestión individual y grupal, no excluye los ocios personales, pero reclama experiencias conjuntas.

Los juegos en familia, las salidas proyectadas en común, la asistencia a espectáculos o la visión compartida de programas televisados, establecen un vínculo de unión entre los miembros de la familia, sean jóvenes o mayores, que favorece intercambios de todo tipo. El ocio multiplica las oportunidades de vivir experiencias conjuntas que se relacionan con la tradición y la cultura desarrollada en el entorno, pero que también son una de las bases de la cohesión del grupo. Ocio familiar es aquel que se desarrolla a partir de la libre iniciativa de la familia, nutriéndose de sus experiencias, pero también es un fenómeno complejo que debiera contribuir a que el grupo humano familiar viva más satisfactoria y felizmente. No estaría mal que pensemos un poco más en ello.

 

Más información “Sobre el valor del ocio en la familia”, Artículo publicado en Revista de Ciencias de la Educación, nº 201, Enero-Marzo, 2005, pp. 69-92.

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