Frente a un ocio que se consume, un ocio experiencial

El ocio de consumo es una experiencia que potencia el hedonismo, el presentismo (en el sentido de aquí y ahora) y el uso de objetos y personas. Es un ocio fácil, que exige poco de nosotros mismos, un ocio cómodo, centrado en el entretenimiento y la diversión, en la estimulación de los instintos y la búsqueda de emociones placenteras. Sus resultados son satisfactorios a corto plazo, pero desde un punto de vista humano, son engañosos, pobres y superficiales. El ocio experiencial tiene su fundamento en la implicación personal, la reiteración y la perseverancia, desarrollando tanto la capacidad de esfuerzo como la sensibilidad. Es un ocio difícil porque nos enfrenta a retos con nosotros mismos y nos pide compromiso y acción. Exige pensar en lo que somos, en cómo somos y en lo que queremos ser. También nos exige contar con los demás, respetarlos y comunicarnos con ellos. Sus resultados no son inmediatos, pero si son duraderos, transformadores y satisfactorios.

El ocio, entendido como experiencia humana, se separa del mero pasar el rato, transformándose en una vivencia llena de sentido. La vivencia de ocio es, o debiera serlo, una vivencia integral, relacionada con el sentido de la vida y los valores de cada uno, coherente con todos ellos. Pero esto no ocurre sin más ni más, sino gracias a la formación. La experiencia de ocio crea ámbitos de relación que pueden ser “re-creativos” o no, pueden ser ámbitos de encuentro o desencuentro. El ocio, entendido como experiencia con valor en sí misma, se diferencia de otras vivencias por su capacidad de sentido y su potencialidad para crear encuentros creativos que originan desarrollo personal. El ocio vivido como encuentro nos entrelaza siempre con la vida de los otros, es una experiencia trascendente que nos abre hacia horizontes de comprensión y conocimiento. Porque el conocimiento no es algo ajeno a la vivencia de ocio, al contrario, a mayor conocimiento más capacidad de comprensión y satisfacción.

El ocio entendido como experiencia humana, ámbito idóneo para la vivencia de experiencias óptimas o procesos de éxtasis, nos abre a un mundo experiencial personalizado, opuesto esencialmente a las propuestas masificadas de la sociedad de consumo. Pero el cambio que se pide requiere una movilización social que conduzca a conocer, comprender y adecuarse a las nuevas circunstancias que se plantean. Paradójicamente, esto no es utópico gracias precisamente al desarrollo de la sociedad de consumo y el abaratamiento de productos diversos, tanto culturales como deportivos o de mera diversión, que nos permiten acceder a experiencias de enorme riqueza y trascendencia. Savater, en la carta a la ministra, que incluye al final del libro El valor de educar, señala que cuanto menos preparación cultural auténtica tiene alguien más dinero necesita gastar para divertirse un fin de semana o durante las vacaciones. «Como nadie les ha enseñado a producir gozos activos desde dentro, creadoramente, todo tienen que comprarlo fuera. Incurren en el fallo denunciado ya hace siglos por un sabio taoista: “El error de los hombres es intentar alegrar su corazón por medio de las cosas, cuando lo que debemos hacer es alegrar las cosas con nuestro corazón».

 

Más información

Manuel Cuenca Cabeza, Pedagogía del Ocio: Modelos y Propuestas. Bilbao: Universidad de Deusto

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