Hay olores, sabores y colores que nos acompañan desde la infancia y configuran nuestra manera de soñar y sentir. Van asociados al pueblo o al lugar donde dimos nuestros primeros pasos, donde descubrimos el mundo y echamos nuestras primeras raíces. En ningún caso han sido lugares o circunstancias elegidas. Del mismo modo que no pudimos elegir familia, los espacios de la niñez nos vienen dados por otros. Aún así, son ámbitos de vida que nos acompañan siempre y nos imprimen carácter. Nuestra vida no se entendería sin ellos, del mismo modo que no se comprende sin nuestros padres.
Así comienza el libro Los Llanos que viví. Recoge la memoria colectiva de Los Llanos de D. Juan, un pueblo andaluz de la provincia de Córdoba. El relato se lleva a cabo desde la perspectiva de un niño/ joven, hijo de una de las familias más antiguas del lugar, que va redescubriendo un tiempo que vivió personalmente y amenaza con perderse. El retrato comunitario que se hace del siglo XIX y de las décadas del 50 y 60 del XX se lleva a cabo a través de documentos históricos, del testimonio de tres generaciones y de un importante archivo fotográfico de la época. La variedad de textos e imágenes garantiza que cualquier persona encuentre en él momentos de satisfacción, nostalgia y reencuentro con un mundo que forma parte de nuestro pasado común compartido. El libro, de indudable interés para los habitantes de la aldea y los que vivieron allí en otro momento de su vida, presenta además una realidad más abierta; cualquier persona que haya vivido en un pueblo evocará el tiempo que se narra y se reconocerá en él.